La lepra, una de las enfermedades más temidas desde hace milenios, sigue entre nosotros, aunque ha perdido gran parte de su amenaza. Sin embargo, aún persiste parte de su misterio, sobre todo en lo que respecta a sus orígenes. En un estudio publicado hoy, los investigadores recurrieron al ADN antiguo para descubrir las raíces de la lepra, y el camino que siguieron les llevó a un lugar sorprendente.
La lepra es el resultado de una infección bacteriana crónica, casi siempre de Mycobacterium leprae. Normalmente, los síntomas tardan cinco años en aparecer después de la infección inicial.
La buena noticia es que, a pesar del largo periodo de incubación, la lepra no es muy contagiosa. La Organización Mundial de la Salud señala que el 99% de la población mundial tiene inmunidad natural contra ella e, incluso si usted se encuentra en ese desafortunado 1%, puede curarse con una combinación de medicamentos bastante asequibles. Al menos, eso es cierto en el siglo XXI.
Antes, en la historia de la humanidad, no había buenas noticias sobre la lepra.
Se pensaba que era extremadamente contagiosa y las personas con síntomas de ella eran condenadas al ostracismo o enviadas a lugares remotos, a menudo sombríos. Tampoco había mucho que hacer con los síntomas, que empezaban siendo bastante benignos (extrañas manchas de color en la piel) pero que progresaban hasta convertirse en algo muy debilitante, incluyendo graves daños en los nervios y la visión.
Al contrario de lo que se suele decir, la M. leprae en sí no corroe el cuerpo. En cambio, los nervios dañados ya no envían las advertencias apropiadas sobre la infección y las lesiones al cerebro, y el sistema natural de autocontrol del cuerpo se rompe, lo que a menudo da lugar a una grave pérdida de tejido que, junto con los otros daños, puede ser fatal.
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Alrededor de 200.000 personas siguen infectadas por la lepra cada año, sobre todo en zonas empobrecidas y tropicales. Los que reciben el tratamiento multimedicamentoso se curan eficazmente de la enfermedad, sin ninguna discapacidad permanente si se diagnostica a tiempo.
Pero a pesar de conocer mejor cómo tratarla, la ciencia sigue sin saber bien dónde se originó la lepra.
Las investigaciones anteriores identificaron una serie de cepas diferentes, generalmente aisladas geográficamente, a lo largo de la historia. Sólo dos de las cepas conocidas, por ejemplo, se encontraron en Europa.
Un estudio de 2005 sobre los orígenes de la lepra llegó a la conclusión de que probablemente surgió en África oriental o en Oriente Próximo, y se extendió con nuestra especie durante las oleadas de migraciones humanas por todo el mundo.
Hoy, sin embargo, los investigadores han vuelto a analizar la cuestión del origen y han encontrado una nueva respuesta.
El equipo secuenció ADN antiguo de muestras de M. leprae identificadas entre casi un centenar de europeos que vivieron entre los siglos V y XV. Los individuos fueron seleccionados para su inclusión en el estudio en función de las deformaciones del esqueleto compatibles con la lepra.
Los investigadores pudieron reconstruir diez genomas de M. leprae a partir de las muestras, incluido el genoma más antiguo de M. leprae conocido, procedente de Great Chesterford (Inglaterra), que data de principios del siglo V a mediados del siglo VI.
Dato curioso: ese genoma más antiguo de M. leprae más antiguo resulta ser la misma cepa que se encuentra en las ardillas rojas infectadas en Inglaterra en la actualidad, lo que sugiere que el contacto con las ardillas y el comercio de pieles de ardilla pueden haber desempeñado un papel en la propagación de la enfermedad en la época medieval, según los autores.
Los genomas europeos de M. leprae secuenciados en el estudio representan todas las cepas conocidas, incluidas las que no se habían encontrado anteriormente en Europa y que se pensaba que sólo existían en otros continentes. De hecho, se encontraron tres cepas diferentes de la bacteria en un solo cementerio medieval de Dinamarca.
Culpa a Europa. Tal vez.
El hallazgo clave de la investigación de hoy es que la adición de diez nuevos genomas de M. leprae a la base de datos del campo nos da una instantánea a escala más fina del pasado de la enfermedad.
La primera referencia histórica a la lepra proviene de la India y data de alrededor del año 600 a.C., mientras que los restos óseos que se cree que muestran signos de la enfermedad, también procedentes de la India, se han datado en el año 2000 a.C.
Al analizar los cambios en los genomas de las diferentes cepas a lo largo del tiempo, el nuevo estudio determinó que su último ancestro común -la madre de todas las M. leprae, por así decirlo- existió hace al menos 4.000 años, lo que sugiere que la cepa ancestral de la bacteria ha existido incluso durante más tiempo. Pero, ¿de dónde vino?
El hecho de que las cepas tan diversas se aislaran todas en europeos significa que el lugar de nacimiento de la lepra no está tan claro como sugerían las investigaciones anteriores. De hecho, basándose en su análisis, los autores del estudio de hoy afirman que es posible que la enfermedad haya aparecido por primera vez en Europa.
Al igual que el artículo publicado ayer sobre el virus de la hepatitis B aislado a partir de ADN antiguo, esta nueva investigación se adentra en el pasado para ofrecer a los científicos una imagen más clara de las enfermedades que siguen asolándonos en el presente.
La nueva investigación aparece hoy en PLOS Pathogens y es de acceso abierto, así que disfrútela.