Irónicamente, a pesar de todas las complicaciones que trae a nuestras vidas, el miedo puede ser nuestra emoción más directa. El miedo prioriza la evitación del peligro a toda costa, así de simple.
Esta es la función principal del miedo, y es una función crucial, que nos moviliza para responder eficazmente a situaciones de vida o muerte. En Emotions Revealed: Recognizing Faces and Feelings to Improve Communication and Emotional Life, Paul Ekman examina el miedo como uno de nuestros afectos centrales, o patrones emocionales preprogramados. «Una amenaza inmediata de daño centra nuestra atención, movilizándonos para hacer frente al peligro. Si percibimos una amenaza inminente, nuestra preocupación por lo que pueda ocurrir puede protegernos, advirtiéndonos, haciéndonos más vigilantes.» El miedo también provoca respuestas físicas: «…las manos se enfrían… respiramos más profunda y rápidamente… empezamos a sudar… sentimos temblores o tensión en los músculos de brazos y piernas… sentimos que la cara o el cuerpo empiezan a retroceder…» Finalmente, el miedo activa expresiones faciales y vocalizaciones específicas, que los humanos reconocen intuitivamente, y pueden enviar una advertencia o reclutar ayuda en una situación de miedo.
Todo esto tiene un coste. El miedo es tu cerebro pulsando su botón de pánico. El miedo hace que todo tu sistema se ponga en marcha porque, en lo que respecta a tu miedo, sólo hay dos resultados en la situación actual: o sales vivo de aquí, ahora mismo, y puedes echarte una siesta más tarde, o no importará porque estás muerto.
Pero eso plantea la pregunta: ¿cómo funciona el miedo cuando la situación no es realmente de vida o muerte?
El miedo no evolucionó para hacer frente a amenazas abstractas, retardadas, exageradas o no letales para nuestro bienestar. Una película de terror, un titular de prensa lleno de pánico, un examen final, dejar a su hijo en un campamento de verano, o incluso sólo contemplar el sinsentido esencial de la vida humana en un universo vasto e indiferente: todo esto puede parecer tan amenazante como un tigre de dientes de sable, porque nuestra respuesta de miedo primario no es lo suficientemente sofisticada como para distinguir la diferencia.
En realidad, la mayor conciencia e hipersensibilidad causada por el miedo es totalmente inútil en muchas situaciones, y a menudo contraproducente. Ekman distingue dos formas de experimentar el miedo, dependiendo de si la amenaza es inmediata o inminente: «…la amenaza inmediata suele conducir a la acción (congelación o huida) que hace frente a la amenaza, mientras que la preocupación por una amenaza inminente conduce a un aumento de la vigilancia y la tensión muscular. En segundo lugar, la respuesta a una amenaza inmediata suele ser analgésica, reduciendo las sensaciones de dolor, mientras que la preocupación por una amenaza inminente magnifica el dolor.»
El miedo sigue cumpliendo su función eficazmente en escenarios de corto plazo y de alto riesgo. Pero si la amenaza persiste, y somos impotentes para actuar, «…si no hay nada que hacer más que esperar a ver si uno sobrevive, entonces es probable que la gente sienta terror.» Durante largos periodos de tiempo, el terror sostenido puede conducir a problemas fisiológicos tan diversos como los ataques de pánico, el síndrome del intestino irritable y el trastorno de estrés postraumático.
Si usted padece un trastorno de ansiedad, en particular el trastorno obsesivo-compulsivo (TOC), probablemente esté familiarizado con las consecuencias del miedo prolongado: hipersensibilidad, alienación, paranoia, agotamiento. Cualquier amenaza puede desencadenar la respuesta de miedo a corto plazo, pero mientras que el trastorno de ansiedad generalizada agudiza y amplía estos efectos, el TOC va un paso más allá: intenta reducir el terror mediante la resolución de problemas cognitivos y la reevaluación de la situación, incluso tomando medidas preventivas. Todo esto tiene sentido, pero, por desgracia, el terror prolongado e irracional no puede resolverse mediante el pensamiento racional o los cambios de comportamiento. Con el TOC, las acciones de protección se convierten en habituales, combinándose con la ansiedad y reforzándola; e incluso la resolución de problemas reflexiva y racional puede fallar si se aplica a un problema irresoluble, arrastrando a la persona que lo padece a un pensamiento circular y frustrado que fácilmente se convierte en una espiral de obsesión.
LO BÁSICO
- ¿Qué es el miedo?
- Encuentra un terapeuta para combatir el miedo y la ansiedad
El miedo, en teoría, es fácil de entender. Es una simple rutina para agilizar la resolución de problemas en un contexto simplista de vida o muerte. Pero las reacciones psicológicas en cadena desencadenadas por el miedo suelen ser todo menos sencillas. Nuestro mundo actual está lleno de nuevos y complicados problemas que confunden nuestra respuesta reptiliana al miedo. Cuando se intenta conciliar los instintos prehistóricos de congelación o huida con las estrategias inteligentes de resolución de problemas en respuesta a complicadas amenazas que desafían y confunden ambos sistemas, el resultado suele ser la ansiedad y la obsesión.
Pero esto no es motivo para desanimarse. Comprender el propósito y la función del miedo es el primer paso para diagnosticar y corregir los problemas que causa.