invasión y multiplicación de microorganismos en los tejidos corporales, como en una enfermedad infecciosa. El proceso infeccioso es similar a una cadena circular en la que cada eslabón representa uno de los factores que intervienen en el proceso. Una enfermedad infecciosa sólo se produce si cada eslabón está presente y en la secuencia adecuada. Estos eslabones son (1) el agente causal, que debe ser lo suficientemente numeroso y virulento como para destruir los tejidos normales; (2) los reservorios en los que el organismo puede prosperar y reproducirse; por ejemplo, los tejidos corporales y los desechos de los seres humanos, los animales y los insectos, y los alimentos y el agua contaminados; (3) un portal a través del cual el patógeno puede salir del huésped, como las vías respiratorias o el tracto intestinal; (4) un modo de transferencia, como las manos, las corrientes de aire, los vectores, los fómites u otros medios por los que los patógenos pueden trasladarse de un lugar o persona a otro; y (5) un portal de entrada a través del cual los patógenos pueden entrar en el cuerpo de (6) un huésped susceptible. Las heridas abiertas y los tractos respiratorio, intestinal y reproductivo son ejemplos de portales de entrada. El huésped debe ser susceptible a la enfermedad, no tener ninguna inmunidad a ella o carecer de la resistencia adecuada para superar la invasión de los patógenos. El cuerpo responde a la invasión de los organismos causantes mediante la formación de anticuerpos y una serie de cambios fisiológicos conocidos como inflamación.
El espectro de agentes infecciosos cambia con el paso del tiempo y la introducción de fármacos y productos químicos diseñados para destruirlos. La llegada de los antibióticos y el consiguiente desarrollo de cepas resistentes de bacterias han introducido nuevos tipos de patógenos poco conocidos o que antes no se consideraban significativamente peligrosos para el hombre. Hace unas décadas, los organismos grampositivos eran los agentes infecciosos más comunes. En la actualidad, los microorganismos gramnegativos, y Proteus, Pseudomonas y Serratia, son especialmente problemáticos, sobre todo en el desarrollo de infecciones hospitalarias. Se prevé que en décadas futuras otros patógenos menos conocidos y nuevas cepas de bacterias y virus surgirán como causas comunes de infecciones.
El desarrollo de cepas resistentes de patógenos puede limitarse mediante un uso juicioso de los antibióticos. Para ello es necesario realizar un cultivo y una prueba de sensibilidad a un antibiótico específico al que el organismo causante identificado haya resultado ser sensible. Si el paciente ha estado recibiendo un antibiótico de amplio espectro antes del cultivo y la prueba de sensibilidad, éste debe suspenderse tan pronto como se encuentre el antibiótico específico para el organismo. También sería útil que el público en general comprendiera que los antibióticos no son una cura para todo y que su uso indiscriminado es peligroso. En algunos casos, un antibiótico puede alterar la flora normal del organismo, comprometiendo así la resistencia natural del cuerpo y haciéndolo más susceptible a una segunda infección (superinfección) por un microorganismo resistente al antibiótico.
Aunque los antibacterianos han reducido enormemente las tasas de mortalidad y morbilidad de muchas enfermedades infecciosas, el resultado final de un proceso infeccioso depende de la eficacia de las respuestas inmunitarias del huésped. Los fármacos antibacterianos ejercen una acción de contención, manteniendo a raya el crecimiento y la reproducción del agente infeccioso hasta que la interacción entre el organismo y los cuerpos inmunitarios del huésped puedan someter a los invasores.
Los agentes infecciosos intracelulares incluyen virus, micobacterias, Brucella, Salmonella y muchos otros. Las infecciones de este tipo son superadas principalmente por los linfocitos T y sus productos, que son los componentes de la inmunidad mediada por células. Los agentes infecciosos extracelulares viven fuera de la célula; entre ellos se encuentran especies de Streptococcus y Haemophilus. Estos microorganismos tienen una cápsula de carbohidratos que actúa como antígeno para estimular la producción de anticuerpos, un componente esencial de la inmunidad humoral.
La infección puede transmitirse por contacto directo, contacto indirecto o vectores. El contacto directo puede ser con excrementos corporales como la orina, las heces o la mucosidad, o con la secreción de una llaga, úlcera o herida abierta. El contacto indirecto se refiere a la transmisión a través de objetos inanimados como ropa de cama, orinales, vasos o utensilios para comer. Los vectores son moscas, mosquitos u otros insectos capaces de albergar y propagar el agente infeccioso.
Las precauciones especiales para la prevención de la propagación de la infección pueden variar desde el aislamiento estricto del paciente y medidas como el uso de guantes, mascarilla o bata hasta simplemente tener cuidado al manipular material infeccioso. Independientemente del diagnóstico o del estado del paciente, es imprescindible lavarse las manos antes y después de cada contacto.
Las infecciones no reconocidas o subclínicas suponen una amenaza porque muchos agentes infecciosos pueden transmitirse cuando los síntomas son leves o están totalmente ausentes.
En el cuidado de los pacientes a los que no se han asignado precauciones especiales, los guantes están indicados siempre que haya contacto directo con sangre, drenaje de heridas o lesiones, orina, heces o secreciones orales. Se usan batas sobre la ropa siempre que haya un drenaje copioso y la posibilidad de que la ropa se ensucie con material infeccioso.
Cuando se ha hecho un diagnóstico definitivo de una enfermedad infecciosa y se ordenan precauciones especiales, es imperativo que todas las personas que tengan contacto con el paciente se adhieran a las normas. Los miembros de la familia y los visitantes necesitarán instrucciones sobre las técnicas adecuadas y la razón por la que son necesarias.
El apoyo fisiológico implica reforzar los mecanismos de defensa externos e internos del paciente. Se preserva la integridad de la piel. Se evita el baño diario si reseca la piel y la predispone a la irritación y al agrietamiento. Es necesario un lavado suave y un secado minucioso en las zonas en las que se tocan dos superficies de la piel, por ejemplo, en la zona de la ingle y los genitales, bajo los senos pesados y en las axilas. Se utilizan lociones y emolientes no sólo para mantener la piel suave sino también para estimular la circulación. Se toman medidas para prevenir las úlceras por presión prolongada y la isquemia. El cuidado de la boca se da de forma sistemática para asegurar una mucosa oral sana.
La ingesta total de líquidos no debe ser inferior a 2000 ml cada 24 horas. La deshidratación celular puede perjudicar el transporte adecuado de nutrientes y la eliminación de desechos. El mantenimiento de una orina ácida es importante cuando las infecciones del tracto urinario son probables, como cuando el paciente está inmovilizado o tiene un catéter urinario permanente. Esto puede lograrse mediante la administración diaria de vitamina C. Las necesidades nutricionales se cubren por cualquier medio necesario, y pueden requerir alimentación oral suplementaria o nutrición parenteral total. El paciente también necesitará un descanso adecuado y estar libre de molestias. Esto puede requerir que se le enseñen técnicas de relajación, que se planifiquen períodos de descanso ininterrumpido y que se utilicen adecuadamente medidas de confort no invasivas, así como un uso juicioso de los fármacos analgésicos.
Tener una enfermedad infecciosa puede alterar la imagen que los pacientes tienen de sí mismos, haciéndoles sentirse cohibidos por el estigma de ser infecciosos o «sucios», o haciéndoles sentir culpables por el peligro que podrían suponer para los demás. El aislamiento social y la soledad también son problemas potenciales para el paciente con una enfermedad infecciosa.
Los pacientes también pueden desanimarse porque algunas infecciones tienden a reaparecer o a afectar a otras partes del cuerpo si no se erradican eficazmente. Es importante que conozcan la naturaleza de su enfermedad, la finalidad y los resultados de las pruebas diagnósticas, y el efecto esperado de los medicamentos y tratamientos.
La educación de los pacientes debe incluir también información sobre las formas de transmisión de una determinada infección, las técnicas adecuadas de lavado de manos, los desinfectantes aprobados para utilizar en casa, los métodos de manipulación y eliminación de artículos contaminados, y cualquier otra precaución especial que esté indicada. Si los pacientes deben seguir tomando antibacterianos en casa, se les advierte que no deben dejar de tomar ninguna medicación prescrita aunque los síntomas disminuyan y se sientan mejor.