Cuando pensamos en la cultura juvenil de los años veinte, tendemos a tener esta idea romántica de que, de repente, nació la juventud y los jóvenes tomaron conciencia de sí mismos y cambiaron el mundo con esa conciencia.
Bueno, como suele ocurrir, la historia real no es ni tan fácil, ni tan limpia, ni tan sencilla.
En los años 20, un cambio que se venía produciendo desde la Era Victoriana llegó a su fin. Los padres de clase alta y media-alta cambiaron su actitud hacia sus hijos. Debido a que los métodos anticonceptivos se habían vuelto más aceptados y eficaces, esta clase podía hacer lo que sus padres habían aspirado pero no habían podido conseguir: decidir cuántos hijos tener y dedicar más tiempo y recursos a los pocos que decidieran tener.
Esto condujo a una infancia más larga para estos niños, un período más largo en el que los jóvenes podían perseguir sus propias aspiraciones y expresarse de una manera más libre antes de asumir las responsabilidades de un adulto.
La Primera Guerra Mundial también tuvo un impacto en esta generación. Los hombres se fueron a la guerra y muchos nunca regresaron. Las mujeres ocuparon los puestos de trabajo que los hombres habían dejado vacantes, y a menudo trabajaron en empleos que antes estaban vetados a las mujeres.
Cuando la guerra terminó, nada volvió a ser como antes.
Incluso cuando las mujeres volvieron a sus ocupaciones anteriores, todavía tenían la experiencia y la noción de que podían hacerlo tan bien como los hombres. Los hombres que volvieron tenían sus ideales victorianos apagados por la cruda experiencia de las trincheras de Europa.
Esta nueva generación, que tenía mucho tiempo libre y estaba mejor educada, explotó en los años de posguerra. Aunque la igualdad aún no existía, la diferencia entre sexos no era tan acusada como en la época de sus padres. Y pensaban que la realización personal era importante porque nunca puedes saber cuándo tu vida cambiará para siempre.
Los mismos métodos anticonceptivos que habían permitido a sus padres decidir sobre su vida paterna, permitieron a estos jóvenes explorar la sexualidad de forma más libre. Empezaron a tener citas, lo que suponía que la gente no necesitaba estar comprometida para tener una relación. Esto hizo que la apariencia fuera mucho más importante porque ahora todos podían elegir a sus parejas. Esto llevó a lo que quizá sea lo más chocante de la cultura juvenil de los años veinte: formas más libres de actuar y de presentarse, sobre todo por parte de las mujeres (porque el cambio era más evidente por su parte, pero por supuesto ambas partes de una relación lo aceptaban).
La idea de que uno podía elegir a su pareja trajo consigo una actitud más compañera porque la gente buscaba en la pareja un compañero, no sólo una pareja.
Y además, estos jóvenes también pensaban que la realización personal era clave en la vida de cualquier persona. Iban a la universidad, por lo que su futuro no estaba ligado al de sus padres en cuanto a oportunidades y educación. Sabían que la vida no duraba para siempre y, por tanto, lo correcto era perseguir tus sueños cuando podías. En muchos sentidos, estos jóvenes eran más astutos que sus mayores.
Pero cuando llegaba el momento de terminar la fiesta y ponerse a trabajar, es decir, de conseguir una vida real, sus ideas no eran muy diferentes a las de sus padres. Querían elegir a su pareja, querían ser atractivas para ellos, querían tener una relación más de compañerismo, pero en definitiva lo que buscaban estos jóvenes era muy parecido a lo de sus padres: una familia, una casa, las mujeres querían un buen marido posiblemente rico, los hombres querían una buena esposa y madre para sus hijos.
Y además, lo que hacían los jóvenes, a pesar de todo el choque que parecen levantar, se filtraba a otros sectores de la población. No todas las mujeres eran flappers, pero muchas adoptaron la forma de pensar y de vestir de las flappers. El ideal de una vida de pareja más acompañada se convirtió en algo aceptable también para los padres de estos jóvenes y a veces reconfiguró sus propias relaciones. El ideal de realización personal procedía claramente de sus padres, que, por supuesto, lo aceptaban como algo bueno.
Es fácil destacar la forma en que estos jóvenes parecen haber roto con el pasado hacia un futuro completamente remodelado, pero en realidad, eran el resultado de unos ideales iniciados mucho antes que ellos y que llegarían a su plena realización mucho después.
Nada en la historia es de corte limpio.
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RECURSOS
La juventud moderna (pdf)
Fass, Paula S., The Damned and the Beautiful. La juventud americana en la década de 1920. Oxford University Press, Nueva York, 1977
Kyvig, David E., Daily Life in the United States 1920-1940. How Americans Lived Through the ‘Roaring Twenties’ and the Great Depression. Ivan R. Dee Publisher, Chicago, 2002
Perrish, Michael E., Anxious Decades: America in Prosperity and Depression, 1920-1941. W.W. Norton & Co. Inc., Nueva York, 1992