Estados Unidos emergió de la Segunda Guerra Mundial como una de las principales potencias económicas, políticas y militares del mundo. La producción en tiempos de guerra sacó a la economía de la depresión y la impulsó a obtener grandes beneficios. En aras de evitar otra guerra mundial, por primera vez Estados Unidos comenzó a utilizar la ayuda económica como elemento estratégico de su política exterior y ofreció una importante asistencia a los países de Europa y Asia que luchaban por reconstruir sus destrozadas economías.
En contraste con la falta de voluntad estadounidense para enredarse política o militarmente en la Sociedad de Naciones, Estados Unidos se convirtió en uno de los primeros miembros de la organización internacional diseñada para promover la seguridad, el comercio y el derecho internacionales, las Naciones Unidas. Estados Unidos también se interesó activamente por el destino de las colonias que las potencias europeas tenían dificultades para mantener. Además de estos retos, Estados Unidos se enfrentó a la creciente resistencia de la Unión Soviética, que había renunciado a una serie de promesas en tiempos de guerra. Cuando los soviéticos demostraron un gran interés por dominar Europa del Este, Estados Unidos tomó la iniciativa de formar una alianza occidental para contrarrestar a la superpotencia comunista y contener la expansión del comunismo. Al mismo tiempo, Estados Unidos reestructuró sus fuerzas militares y de inteligencia, que tendrían una importante influencia en la política estadounidense de la Guerra Fría.