Aunque la canaliculitis lagrimal primaria representa sólo entre el 2% y el 4% de las patologías del párpado, es importante reconocerla, ya que un diagnóstico erróneo puede provocar un retraso en el tratamiento y un empeoramiento de la infección.1
Los pacientes suelen presentar dolor localizado, epífora unilateral persistente, conjuntivitis recurrente o que no se resuelve y secreción crónica.1,2 La afección tiene una predilección de 5:1 por las mujeres, y el canalículo inferior se ve afectado en dos tercios de los casos.1,3 Los signos clásicos consisten en un punctum con «pucheros», amarilleo de la piel circundante e hiperemia localizada.1,2 Los organismos actinomicetos son el agente infeccioso común, aunque otras entidades bacterianas, fúngicas o víricas pueden ser las culpables.2 Con el tiempo, se agrupan en racimos amarillentos de gránulos o concreciones de azufre.
Los antibióticos tópicos y orales, las compresas calientes y la manipulación digital son el tratamiento inicial habitual, aunque el tiempo que transcurre entre la presentación y el diagnóstico exacto a menudo provoca concreciones en lo más profundo del canalículo.3 La eliminación completa de la infección y de las concreciones requiere una intervención quirúrgica.1
Bajo el bisturí
Antes de la cirugía, se aplica un anestésico tópico en el ojo afectado y se administra una inyección de lidocaína al 1% con epinefrina 1:100.000 en los tejidos pericanaliculares. La zona se prepara con povidona yodada y se cubre. Tras confirmar el efecto anestésico, se coloca un escudo corneal de plástico para proteger el globo.
El cirujano realiza una incisión a lo largo del aspecto longitudinal de los canalículos del párpado, evitando los puntos, y extrae el contenido de los canalículos. Cualquier concreción expresada debe enviarse a patología. A continuación, el cirujano pasa una sonda de dilatación a través de los puntos para comprobar la permeabilidad. El curetaje del revestimiento interno de los canalículos y de las zonas adyacentes garantiza la eliminación completa de las concreciones y asegura la ausencia de un granuloma piógeno. Si el cirujano encuentra un granuloma piógeno, se extirpa y se envía también a patología.
A continuación se inyecta un antibiótico (por ejemplo, solución oftálmica de moxifloxacina al 0,5%) a través del sistema canalicular y en el saco lagrimal utilizando una jeringa de tuberculina y un catéter lagrimal. Tras el control de la hemostasia con presión digital, se retira el protector corneal de plástico y se aplica una gota adicional de antibiótico tópico en la superficie corneal.
Camino de recuperación
El paciente utiliza antibióticos tópicos QID en el ojo afectado durante una semana y debe continuar con cualquier antibiótico oral prescrito previamente y volver para el seguimiento en una semana. Las compresas de hielo en los párpados y los analgésicos de venta libre son apropiados según sea necesario. Los pacientes experimentan un dolor postoperatorio mínimo y consiguen un buen aspecto estético una vez que se resuelve el edema.
Los médicos gestores deben revisar los resultados de la patología y la microbiología para determinar si el organismo causante es susceptible a los antibióticos prescritos. Si es así, el paciente debe continuar el tratamiento durante una semana más. Si no es así, cambie al paciente a una terapia de tratamiento basada en los resultados del cultivo y continúe el régimen durante una o dos semanas.1
El Dr. Skorin es oftalmólogo en el Sistema de Salud de la Clínica Mayo en Albert Lea, Minn.
El Dr. Toldo se ha graduado recientemente en la Facultad de Optometría de la Universidad del Pacífico.
El Sr. Baker es un enfermero profesional que participa en el programa de becas de Medicina de Emergencia de la Clínica Mayo.