Halki

La búsqueda del santo griego es un reto constante para algunos veraneantes. Buscan un lugar en el que el tiempo se haya detenido realmente, en el que lo que a menudo se describe como la «auténtica Grecia» todavía prospere y en el que los amables lugareños acojan a los visitantes como si fueran amigos perdidos.

Quizás la pequeña isla del Dodecaneso de Halki sea ese lugar.

Llegar al pequeño y dichoso puerto de Emborios prepara el terreno. Las casas de colores pastel con techos de tejas rojas se agrupan alrededor de la bahía en forma de herradura. Las mesas de las tabernas se distribuyen a lo largo del muelle, donde se balancean las coloridas embarcaciones.

Las elegantes casas de los capitanes se encaraman a un anfiteatro de colinas rocosas que están coronadas por tres molinos de viento abandonados. Un castillo medieval construido por los cruzados se asoma desde una cima.

Es tan relajado que casi se puede oír el silencio.

Porque ésta no sólo es la isla habitada más pequeña del Dodecaneso, sino que posiblemente sea la más tranquila. Hay muy pocos vehículos, sólo una carretera real y unos 300 residentes permanentes. Todos viven en Emborios, capital de una isla en la que reina la tranquilidad.

Hace años que es así. La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura dijo al mundo en 1983 que Halki era una isla de paz y amistad. Desde entonces, los lugareños han dado la razón a la Unesco, dando a los turistas la más cálida de las bienvenidas.

¿Y qué hay allí?

Varias playas. Tres tienen tabernas, sombrillas y tumbonas. Dos de ellas están a un paso del pueblo. Hay otras playas más alejadas. Un minibús y barcos van a las playas.

Una ciudad desierta. Unas 3.000 personas vivían en Horio, en la colina del castillo, cuando Halki era un rico centro de pesca de esponjas. Esa burbuja estalló en el siglo XIX y la gente se fue marchando poco a poco hasta que Horio se convirtió en un pueblo fantasma de casas en ruinas, una escuela y una iglesia.

Y más. Monasterios, iglesias y capillas, algunas en ruinas. Un cálido mar de color aguamarina. Un espinazo de colinas y montañas. Una iglesia con un enorme campanario. Muros de piedra, corrales de cabras, higueras, hierbas silvestres y chumberas. Una torre de reloj con cuatro esferas, ninguna en funcionamiento.

Así que sí, Halki es el lugar donde el tiempo se detiene. Podría ser la escapada de relax con la que ha estado soñando.

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