Houston – Su misión original es la de consolar a los afligidos pero las parroquias católicas están ejerciendo progresivamente el papel de agencias de ayuda para los latinos que se sienten perdidos y sin recursos.
A falta de otras estructuras que protejan o echen una mano a los más desfavorecidos en la comunidad hispana, los religiosos y agencias vinculadas a ellos se han convertido en guías para cuestiones que van desde cómo encontrar trabajo hasta cómo obtener alimentos y ropa en momentos de penuria.
Una de las razones principales, dicen los expertos, es el clima político hacia los indocumentados, que prefieren mantenerse alejados de otros centros de asistencia por miedo a ser identificados.
«Definitivamente hay mucho más miedo en la comunidad… la gente tiene temor recurrir a otros lugares porque piensan que pueden ser aprehendidos y deportados», explica el diácono Sam Dunning, director de la Oficina para justicia y paz de la Arquidiócesis Galveston-Houston, que administra las operaciones de las iglesias católicas en Galveston y Houston.
Pero cuando acuden a la iglesia católica, dice Dunning, «saben que nuestra misión es ayudar a todos y que su estatus migratorio no importa».
Mark Zwick (izq.), fundador de Casa Juan Diego, ayuda a Delfina Pereyda y a su hija Sara.
El centro neurálgico de la búsqueda de ayuda para muchos inmigrantes latinos sin recursos es la parroquia, como el caso de Holy Ghost, en la imagen, en el área de Gulfton.
Añadido a esto, un grupo de iglesias de varias denominaciones en Houston, con el cardenal católico Daniel DiNardo a la cabeza, ha expresado públicamente en varias ocasiones en los últimos meses su exigencia de que Washington realice de una vez por todas una reforma inmigratoria, lo que las ha convertido en defensoras fundamentales de los indocumentados.
Para Stephen Klineberg, académico de Houston experto en inmigración, parte de la búsqueda de refugio práctico en la iglesia católica en Houston es porque «el gobierno es mucho más duro con los empleadores que contratan a indocumentados, hay una presencia de agentes de inmigración mucho más fuerte en las fronteras, y hasta algunas operaciones especiales han resultado en redadas… todo esto reduce las oportunidades para aquellos que no tienen un estatus legal… están en un estado de limbo».
¿A dónde más pueden recurrir para recibir la ayuda que necesitan?», dice el director del Instituto Kinder de Investigaciones Urbanas y profesor de sociología de la Universidad Rice.
Punto de referencia
Algo así le sucedió a Santos Hernández, que llegó a Houston hace cuatro años.
En Guatemala había dejado a sus cuatro hijos y esposa y como muchos inmigrantes llegó indocumentado, sin conocer la cultura ni hablar el idioma.
La soledad y sentimiento de pérdida le llevaron a una depresión, dice, que a su vez derivó en alcoholismo.
Como consecuencia, Hernández perdió algunos trabajos que había ido encontrando y, finalmente, fue a parar a la iglesia católica Holy Ghost, punto de referencia de muchos otros inmigrantes como él.
«Como no había posibilidad de que nosotros arreglemos, o de que yo obtuviera una visa para mi familia… uno no halla qué hacer… uno se desespera… pero la iglesia para mí ha sido una gran fortaleza», cuenta el guatemalteco, de 48 años.
Según Hernández, de no haber sido por la mano que le tendió Holy Ghost probablemente habría terminado mal o habría desistido de hacer una vida aquí.
En la parroquia empezaron por proporcionarle comida, le refirieron a otras agencias donde pudo encontrar ayuda para conseguir empleo, y en el grupo espiritual entendió que no era el único inmigrante que se sentía desesperado.
Según el clero de Holy Ghost, Hernández es parte de una creciente población de inmigrantes que acude a la iglesia para recibir ayuda, no sólo espiritual sino sobre todo material.
Holy Ghost, en el suroeste de la ciudad, está en una de las zonas con más alta concentración de inmigrantes recientes, Gulfton, y cuenta con una congregación en la que un 80 por ciento es hispano.
Incluso, la parroquia es la única en Houston que ofrece una misa diaria en español desde hace siete años.
«Cada fin de semana recibimos aproximadamente 5,000 personas en nuestras misas… la mayoría de ellos son hispanos…», cuenta el padre Goyo May, uno de los sacerdotes de la parroquia.
Más necesidad
«Lo que hemos visto, en nuestra experiencia, es que ahora hay mucha más gente que por la economía no tiene trabajo o ya no le pagan lo mismo. Les pagan menos», explica el cura en referencia al aumento en las necesidades básicas entre los inmigrantes.
En definitiva, dice May, por lo menos cinco familias o individuos inmigrantes recurren a la parroquia cada semana para pedir algún tipo de ayuda económica.
Pero, subraya el diácono Dunning, otra de las razones por las que las iglesias se han convertido en centros asistenciales de necesidades básicas es que la comunidad inmigrante indocumentada no es elegible para ayuda financiera o servicios sociales del gobierno y tiene que recurrir a organizaciones en las que confía.
«Siempre hemos provisto este tipo de servicios, pero indudablemente ha habido un incremento recientemente…», reconoce Dunning.
«En la iglesia católica no discriminamos. No tienen que ser católicos para recibir ayuda. Si necesitan ayuda, intentaremos proveerla».
Lideran con el ejemplo
En definitiva, se ha producido una situación en la que las iglesias son quienes están al frente del resto de las agencias, e incluso del gobierno federal en cuanto a proporcionar un apoyo efectivo y y adecuado alos inmigrantes, dice Klineberg.
«En la iglesia católica en particular hay un poderoso mensaje religioso de honrar a los extranjeros… «, señala el sociólogo.
«En sí, todos somos extranjeros en este mundo y por eso han adquirido (las parroquias) un papel tan importante en la vida de estas personas… tenemos un sistema de inmigración roto, completamente disfuncional, y… las iglesias son las primeras en señalarnos esto con su ejemplo», añade.
Esa ayuda no siempre es provista por la misma parroquia. En muchas ocasiones, como es el caso de Holy Ghost y otras, las iglesias refieren a los inmigrantes a otras agencias locales con las que tienen una relación estrecha y que cuentan con los recursos para brindar una ayuda específica.
Ése es el caso de Casa Juan Diego.
Esta organización, que no es una iglesia, es un centro de asistencia con fuertes vínculos católicos y ofrece desde apoyo espiritual y anímico hasta cuestiones más prácticas, como alojamiento, comida y consejería.
Según Mark Zwick, fundador de Casa Juan Diego, la cantidad de personas que recibe su agencia se ha incrementado un 33 por ciento en los últimos cinco años. La organización, que también tiene albergues, es una de las más recomendadas por las parroquias a los inmigrantes latinos.
Sólo en comida repartida a familias, Casa Juan Diego sirve a 100 personas más por semana que hace cinco años, añade Zwick.
La organización reparte alimentos a 400 personas por semana, hospeda a 100 dentro de sus albergues, y provee asistencia financiera de 600 a 800 por mes a aproximadamente 70 familias locales; todos son indocumentados.
Otro problema creciente, señala Zwick, es el de las mujeres que se encuentran enpezando de cero cuando deportan a sus maridos.
Casa Juan Diego recibe por lo menos una familia de esas características por semana, dice, compuesta por una madre con hijos separados del cabeza de familia.
Casos como éstos, o de madres solteras con hijos, pueden permanecer en los albergues de la organización todo el tiempo que necesiten.
«Llevamos 31 años en Houston y para nosotros el cambio en la población es muy aparente…», reflexiona Zwuick. «Las necesidades han cambiado porque hay más temor en la comunidad y es mucho más difícil recibir ayuda del gobierno y otras agencias sin contar con un estatus legal».
De unos a otros
Eso mismo es lo que ha notado Marcela Segovia.
Ella es miembro y empleada de la iglesia Holy Ghost y desde que llegó de El Salvador, hace 15 años, ha notado un incremento en la cantidad de personas que recurren a la parroquia.
Para la madre de dos hijas, ahora adultas, Holy Ghost también ha sido una fuente de apoyo a través de los años.
Cuando salió de su país dejó atrás a sus dos hijas menores de 10 años y se sentía muy deprimida. Holy Ghost le permitió trabajar de voluntaria, la incorporó en grupos espirituales, y al final le dio un empleo como secretaria dentro de la parroquia.
La parroquia también le ayudó con los trámites legales para hacerse ciudadana estadounidense durante la amnistía de 1987, al patrocinarla como empleada.
Ahora es ella quien recibe a los inmigrantes que buscan ayuda.
«Como todos los migrantes he tenido mis problemas, pero siempre he buscado la manera de superarme…», concluye Segovia.
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