Las cosas pasan. Las cosas no siempre salen como queremos. La mayoría de nuestros problemas son el resultado de circunstancias externas abrumadoras que escapan a nuestro control? ¿O los problemas son creados por nosotros mismos?
Un punto de vista popular en algunas comunidades espirituales y de la Nueva Era es que somos responsables de todo lo que nos ocurre. Cuando algo va mal, se nos dice que nos preguntemos: «¿Cómo lo he creado yo?»
¿Pero somos realmente tan poderosos?
Cuando el sol explote en una supernova dentro de 5.000 millones de años, friendo toda la vida en la Tierra, nadie estará cerca para afirmar que lo hemos creado nosotros. Y siento recordarlo, pero antes de ese fatídico día, pereceremos… de algo. Parece bastante duro mirar con fervor hacia nosotros mismos por cada cosa mala que nos ocurre.
Claro que hay situaciones en las que es difícil argumentar que no hemos tenido ningún papel en lo que nos ocurre. La ley del karma -acción y reacción- suele ser operativa. Si nuestros hábitos de vida han sido menos que estelares, como fumar, no hacer ejercicio o comer mal, entonces podríamos lamentar algunas de nuestras elecciones cuando enfermemos.
Pero incluso ese punto de vista podría ser excesivamente duro. Si descubrimos la historia secreta que conduce a los comportamientos destructivos, podríamos adoptar una actitud más compasiva. Un apego temprano deficiente o un trauma pueden provocar una desregulación de nuestro sistema nervioso, lo que podría llevarnos a adoptar hábitos adictivos que nos distraigan del sufrimiento insoportable, aunque tales elecciones nos lleven a un mayor sufrimiento.
En lugar de preguntarse: «¿Cómo he creado eso?», una pregunta más útil es: «¿Cómo puedo relacionarme con lo que me ocurre de la manera más hábil y compasiva?» y «¿Cómo puedo curar las viejas heridas que me mantienen atascado e infeliz?». ¿Qué debe suceder para dar un pequeño paso adelante en mi vida?»
Las cosas suceden. Existimos en un universo frágil e interconectado. La vida no está firmemente bajo nuestro control. En el corazón de todas las grandes tradiciones espirituales se encuentra el humilde reconocimiento de que existen fuerzas en el universo que son más poderosas que nosotros mismos.
Enfrentarse a lo que nos sucede
Los filósofos y psicoterapeutas han señalado que, aunque tenemos poco control sobre lo que nos sucede, sí tenemos el poder de responder a lo que nos ocurre. El núcleo de sabiduría en la creencia de la Nueva Era de que creamos nuestra realidad es que no estamos condenados a ser una víctima perpetua de las circunstancias de la vida. No nos sirve culpar a otros de nuestra miseria. Podemos afrontar lo que nos ocurre con un sentido creciente de la gracia, la sabiduría y la paciencia. Podemos dar cabida a nuestros sentimientos, escuchar la sabiduría que puedan tener para nosotros y avanzar en nuestras vidas. Enfoques como el Focusing pueden ayudar a encontrar un camino para estar con nuestros sentimientos y escuchar lo que pueden estar tratando de decirnos.
Nos hacemos más fuertes a medida que damos la bienvenida a nuestros sentimientos y nos comprometemos con ellos en lugar de evitarlos -o perdernos en nuestras cabezas tratando de averiguar cómo hemos creado todo. Podemos buscar apoyo cuando lo necesitemos para ganar algo de perspectiva y no sentirnos tan solos. Podemos cultivar recursos internos para hacer frente a la adversidad, lo que nos ayuda a desarrollar la resiliencia, la esencia de la fuerza interior.
Nuestra actitud hacia la vida afecta a cómo la experimentamos. Si esperamos que sucedan cosas malas, probablemente lo harán. Por ejemplo, si nos preparamos para el rechazo o la crítica, podemos volvernos excesivamente cautelosos y defendernos de una manera que nos mantiene distantes. Si tenemos una actitud desconfiada que pone a prueba la lealtad de las personas, podemos poner a prueba su paciencia y alejarlas. Lamentablemente, creamos la realidad que tememos debido a heridas pasadas no resueltas en torno a la confianza y a un miedo persistente al rechazo.
¿Nuestros problemas son autocreados? Depende de la lente con la que miremos. Cuando éramos niños dependientes, no teníamos mucho poder sobre lo que nos ocurría. Como adultos, podemos llegar a comprender cómo desarrollamos patrones que ya no nos sirven, y que podrían estar creando miseria para nosotros mismos. Para algunas personas, un paso adelante puede ser reconocer que existen posibilidades positivas para nosotros; no tenemos que seguir siendo víctimas de nuestro pasado. Podemos curar viejas heridas y participar en la creación de una vida mejor para nosotros mismos.
Pero la curación y el crecimiento no son simplemente una cuestión de cambiar nuestras creencias por otras más positivas, aunque esto podría ser un buen comienzo. Fundamentalmente, necesitamos comprometernos con nuestros sentimientos de forma positiva, dirigiendo una atención amorosa hacia nuestra experiencia tal y como es.
Cuando estamos sufriendo, lo último que necesitamos es que alguien nos pregunte cómo hemos creado eso, lo que puede avergonzarnos por haber tomado decisiones tan pobres. Lo que necesitamos es apoyo emocional en forma de reflejo positivo de nuestros sentimientos, algo que quizá echamos de menos cuando éramos niños. Necesitamos compasión, no una recitación del sistema de creencias de alguien. La amabilidad y la aceptación nos ayudan a ser más amables, a aceptarnos y a ser más cariñosos con nosotros mismos, lo que nos ayuda a sentirnos más completos.