Ni Brown ni Caletti golpean a los lectores con tales estadísticas, pero se esfuerzan por hacer que sus retratos de abusador y víctima se ajusten al perfil establecido. En «Stay», Christian, el joven que llegará a manipular y dominar a Clara, una estudiante de último año de instituto, muestra signos de problemas desde el principio. Cuando Clara lleva una camiseta escotada en su primera cita y Christian le dice: «Seguro que los chicos te siguen por todo el instituto, llevando eso», ella se lo toma como un cumplido, pero lo recordará como una advertencia: «ese momento del cuento de hadas en el que nosotros sabemos lo que acaba de pasar pero la princesa no». Y en «Bitter End», Cole, el chico que pronto se volverá peligrosamente posesivo con Alexandra, también en el último año de instituto, ya ha hecho lo mismo antes. Tanto Clara como Alexandra se sorprenden de que unos jóvenes tan deseables puedan interesarse por ellas, e ignoran las protestas de sus amigos y familiares de que sus nuevos amores son demasiado controladores. Cuando las relaciones se vuelven violentas, ambas mujeres se culpan a sí mismas y creen en las promesas de sus parejas de que el abuso no volverá a ocurrir.
Sin embargo, estas son novelas, no libros de texto, y los autores envuelven su investigación en una historia dramática. Caletti tiene el toque más ligero, dando a «Stay» una sensación de brisa de verano, de lectura de playa, mientras su angustiada damisela huye a una isla remota, encontrando un nuevo romance y descubriendo secretos familiares. Es, con mucho, la mejor de las dos. La visión de Brown es más dura, más amenazante y, posiblemente, más realista.
El realismo, sin embargo, es un término relativo, y aunque ambos libros pretenden iluminar un problema real, ninguno suena convincentemente verdadero. Tanto «Stay» como «Bitter End» se ven lastrados por los sermones, los diálogos pesados y los personajes que pueden parecer más perfiles que individuos.
Además, la necesidad de contar una buena historia se interpone en el mensaje. La lección central de la conversación sobre la violencia en el noviazgo, según los expertos, debería ser que el abuso puede ocurrirle a cualquiera, y que nadie se lo merece cuando le ocurre. Pero lo que estos libros enseñan es que las víctimas tienen madres que murieron cuando eran jóvenes (a los novelistas de Y.A., como a los guionistas de Disney, les gusta matar a las madres) y padres que albergan secretos dolorosos. Ah, y una vez que te sacas de encima a tu acosador, un nuevo amor espera pacientemente entre bastidores.
Cualquier chica que necesite orientación para navegar por una relación amenazante probablemente no la encontrará aquí. Pero esto supone que los adolescentes están más interesados en la moral que en el sexo y el drama; si no es así, la turbiedad del mensaje importa menos que la mediocridad del relato.