Presentación del podcast de Atlas Obscura

No parece gran cosa hoy en día. El Lacus Curtius (o «Lago de Curtius») está rellenado y pavimentado, no es más que una losa circular de piedra antigua colocada en medio del Foro Romano. Sin embargo, en la antigüedad, esta profunda sima estaba envuelta en ricas supersticiones.

Los detalles relativos al Lacus Curtius -sus orígenes y significado- se han perdido en el tiempo. Incluso en el período republicano tardío de Roma estos detalles se volvieron turbios. Sin embargo, el nombre parece sugerir una conexión con la familia noble romana conocida como la «Curtia Gens».

Una de las historias más conocidas asociadas al lugar fue contada por el historiador Livio. Cuando un oráculo predijo la caída de Roma, se predijo que la ciudad sólo podría sobrevivir sacrificando lo que más apreciaba: «quo plurimum populus Romanus posset». La fosa se abrió por sí sola, un profundo pasaje al inframundo que estaba dispuesto a aceptar el sacrificio. Marco Curcio reconoció que lo más querido por Roma eran sus jóvenes y valientes soldados, por lo que, ataviado con su armadura de combate, entró con su caballo en la fosa. Marco Curcio murió, pero Roma se salvó.

Una historia alternativa, cortesía de Tito Livio, sostiene que un jinete sabino conocido como Mettius Curtius cayó en la fosa mientras luchaba contra el propio Rómulo durante la batalla que siguió al Rapto de las Sabinas. Un relieve de piedra descubierto en 1553 junto al Templo de Cástor ilustra este mito en particular.

Un tercer relato proviene del historiador romano Marco Terencio Varrón. Varro escribió que la fosa se formó cuando un rayo cayó sobre el Foro en el siglo V; y que el nombre se debe a Cayo Curtius Philon, el cónsul que posteriormente consagró el lugar.

Las pruebas geológicas y otras fuentes históricas nos dicen que el Foro Romano -que en su día fue una zona de pantanos salvajes- fue drenado a finales del siglo VII. La mayor parte de la zona fue pavimentada, salvo un pequeño estanque que permaneció en el centro del Foro.

Los verdaderos orígenes del Lacus Curtius se pierden ahora en la noche de los tiempos, y todo lo que queda es la losa de piedra que sella la fosa: una antigua tapa de alcantarilla tan a menudo pasada por alto por los muchos miles de turistas de Roma.

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