Casi 50 años después de que los investigadores descubrieran los gigantescos brazos de un misterioso dinosaurio en el desierto de Gobi, por fin se ha establecido la verdadera naturaleza de la bestia.
Desde su descubrimiento en 1965, los únicos indicios de la criatura engimática eran sus hombros y extremidades delanteras -estas últimas medían unos asombrosos 2,4 metros de largo- y unas cuantas costillas y vértebras desenterradas del suelo por una expedición conjunta polaco-mongola.
Los fósiles fueron lo suficientemente extraordinarios como para que los científicos declararan al dinosaurio un nuevo género y especie. El nombre que decidieron fue Deinocheirus mirificus, que significa «mano horrible inusual».
A falta de restos más completos, las primeras reconstrucciones fueron a veces muy especulativas. En 1970, un paleontólogo sostuvo que Deinocheirus era un trepador gigante parecido a un perezoso que se colgaba bajo las ramas de enormes árboles. Una opinión más acertada situaba al dinosaurio en un grupo de omnívoros con pico llamados ornitomimosaurios, que se parecían a las avestruces gigantes, al menos superficialmente.
Pero al escribir en la revista Nature el miércoles, un equipo de expertos dirigido por Corea ha transformado la comprensión de los científicos sobre el animal. Informan del descubrimiento de dos esqueletos casi completos de Deinocheirus, de 70 millones de años de antigüedad, reconstruidos a partir de fósiles desenterrados en Mongolia, junto con un cráneo y una mano que habían sido cazados furtivamente y vendidos a coleccionistas privados.
Con los nuevos restos, los investigadores construyeron la primera reconstrucción precisa del dinosaurio. La criatura se mantenía erguida sobre sus patas traseras, pero lucía largos antebrazos con garras. Las espinas neurales formaban una impresionante vela en su espalda y su largo y desdentado hocico sobresalía a ambos lados. El pico, similar al de un pato, podría haber ayudado al Deinocheirus a buscar comida en el fondo de los arroyos, mientras que los huesos romos y aplanados bajo sus garras evitaban que se hundiera en el suelo húmedo.
Uno de los nuevos especímenes llegó a medir 11 metros de largo y pesaba más de seis toneladas. Sus anchas caderas y sus grandes patas sugieren que no era ágil. El animal probablemente se alimentaba de plantas y pequeños animales, aunque se encontraron restos de peces entre el contenido de su estómago.
En la revista, Young-Nam Lee, del Instituto de Geociencia y Recursos Minerales de Corea, describe la sorpresa del equipo al ver el dinosaurio completo. «El descubrimiento del espécimen original hace casi medio siglo sugirió que se trataba de un dinosaurio inusual, pero no nos preparó para lo distintivo que es el Deinocheirus – un verdadero cuento de advertencia en la predicción de formas corporales a partir de esqueletos parciales», dice.
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