Hombre: El otro día estaba en el supermercado a punto de comprar atún cuando percibí una presencia muy perturbada justo detrás de mí. Había algo en su enfoque que me dejó muy claro que era una persona perturbada. Así que pensé -bueno, nunca hay que mirar a una persona loca directamente, así que pensé, seguiré mirando estas latas de atún, fingiendo estar absorto en si están en aceite o en agua, y la persona entonces se irá. Pero en vez de eso, ¡zas! me da un puñetazo en la cabeza y grita «¡quieres moverte, gilipollas!». (Pausa.) ¿Y por qué hizo eso? Ni siquiera había dicho «¿quieres moverte?» en algún momento inicial, así que habría sabido cuál era su problema. Hay que admitir que no siempre le digo a la gente lo que quiero – como la gente en los cines que no para de hablar, ya sabes, me rindo y me molesta – pero por otro lado, ¡no cojo mi puño y les doy en la cabeza!
Quiero decir, analizándolo, mirándolo desde un punto de vista positivo, esta mujer probablemente tenía alguna historia de vida realmente horrible que, ya sabes, explicaba cómo había llegado a este punto en el tiempo, golpeándome en el supermercado. Y tal vez si su vida -desde su nacimiento- me hubiera sido explicada, probablemente podría haberle encontrado algún sentido a su acción y a cómo llegó a ella. Pero incluso con ese conocimiento -que no tenía- era mi cabeza la que estaba golpeando, y es tan injusto.
Me dan ganas de no salir nunca más de mi apartamento. (De repente, cierra los ojos y mueve los brazos en un movimiento circular alrededor de sí mismo, vuelta y vuelta, tranquilamente). Soy la fuente de energía predominante en mi vida. Dejo ir el dolor del pasado. Dejo ir el dolor del presente. En los lugares de mi cuerpo donde antes vivía el dolor, ahora hay luz, amor y alegría. (Vuelve a abrir los ojos y mira al público con tranquilidad y alegría.) Eso fue una afirmación.