Susan McKenzie, Edimburgo

En 2009, recuerdo que me derrumbé en el trabajo por un dolor agudo en el abdomen y en la punta del hombro derecho. Nunca había experimentado un dolor así y nunca lo he vuelto a hacer. Mis compañeros de trabajo me llevaron al departamento de urgencias de nuestro hospital para recibir tratamiento inmediato. Una vez en casa, llamé a la consulta de mi médico de cabecera para informarles de que había estado en A&E y me remitieron a una ecografía abdominal. Desde entonces, he leído en el sitio web de Bowel Cancer UK que las personas con una condición de salud subyacente pueden tener retrasos en las investigaciones que retrasan aún más el diagnóstico de cáncer de intestino.

Como tenía ovarios poliquísticos se asumió que era un quiste ovárico roto – en retrospectiva este no era el caso. La ecografía no mostró nada y no volví a tener ningún dolor. En los años que siguieron a este episodio recuerdo haber acudido a mi médico de cabecera por periodos de cansancio incesante, pero como enfermera encargada tenía un trabajo ajetreado y estresante, así que durante mucho tiempo lo achaqué a eso. Me hice análisis de sangre rutinarios en varias ocasiones a lo largo de este tiempo pero, de nuevo, me dijeron que todos eran normales.

Hasta agosto/septiembre de 2015, sufría de dolor de espalda baja y un dolor bajo el diafragma, que estaba empeorando progresivamente a pesar de auto medicarme con ibuprofeno durante seis semanas. Había empezado a interferir en mi entrenamiento físico, sobre todo al correr, cuando me sentía más falto de aire. El dolor se trasladó a la punta del hombro derecho y comencé a sentir náuseas todo el tiempo perdiendo completamente el apetito. Durante este tiempo, desde finales de agosto hasta octubre de 2015, acudí cuatro veces a la consulta de mi médico de cabecera, ya que el dolor y los síntomas aumentaban en lugar de mejorar a pesar de la medicación recetada. En la última visita al médico de cabecera decidí pagar de forma privada una ecografía de la vesícula biliar y el hígado el 27 de octubre de 2015, el mismo día en que me dijeron que el radiólogo había visto «dispersiones» en mi hígado. Una exploración rutinaria del NHS habría tardado semanas y me sentía tan mal que no podía esperar tanto tiempo. Ese mismo día me remitieron al departamento de oncología del Western General Hospital, donde me hicieron una serie de análisis de sangre e investigaciones que incluían biopsias de hígado.

Una colonoscopia reveló que había una pequeña lesión de 2 cm en la pared de mi intestino sigmoide, que también fue examinada. Como enfermera, supe entonces que eso significaba que mi cáncer se había extendido, pero extrañamente el tumor primario en mi intestino ya no estaba allí, lo que puede explicar por qué no tenía ninguno de los síntomas habituales del cáncer de intestino y nunca apareció en mi tomografía computarizada.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.