Independencia de Centroamérica

La promulgación de la Constitución de 1812, obra de Salvador Viniegra (Museo de las Cortes de Cádiz).

La obtención de la independencia de Centroamérica fue pacífica, a diferencia de los otros países americanos, los cuales libraron fieras batallas para lograr convertirse en Estados independientes. Muchos fueron los factores que culminaron en la independencia de la antigua Capitanía General de Guatemala, pero los predominantes fueron: la influencia de ideas revolucionarias de la Ilustración europea, la independencia de los Estados Unidos de América y el descuido de Centroamérica por parte de España debido a los cambios socio-políticos en la misma península ibérica.

En 1808 los franceses, gobernados en ese entonces por Napoleón Bonaparte, invadieron España, destronaron al rey Fernando VII y coronaron en su lugar a José Bonaparte como José I. Los españoles se rebelaron en contra del invasor y se negaron a reconocer al nuevo monarca. Esto produjo un caos político en la península ibérica que terminó con la formación de diferentes grupos de resistencia popular, más conocidas como Juntas. Estas estaban compuestas por militares, representantes del alto clero, funcionarios y profesores, todos ellos conservadores, quienes terminaron creando un gobierno español clandestino. Durante esta crisis, la Junta Central Suprema, que se creó tras la derrota francesa en la Batalla de Bailén, ordenó mediante decreto del 22 de mayo de 1809 la celebración de Cortes extraordinarias y constituyentes. Las Cortes, previstas para 1810, por el avance napoleónico, tuvieron que reunirse primero en San Fernando, entonces Isla de León, y después en Cádiz.

El Rey, Fernando VII.

El 24 de septiembre de 1810 se celebró la primera sesión de las Cortes Extraordinarias y Constituyentes en la ciudad de San Fernando. Fue en esta localidad donde se promulgaron los decretos relativos a la Soberanía Nacional, la división de poderes, la igualdad, la legalidad y la libertad de imprenta. Todo ello sentó las bases del Estado democrático y de derecho, así como el fin del Antiguo Régimen y el inicio de un nuevo tiempo para los españoles de los ambos hemisferios, la Península y las colonias en América.

La tarea de las Cortes de Cádiz fue crear un cuerpo legislativo (leyes) de carácter liberal sobre el que establecer un nuevo orden social que acabara con la sociedad estamental que había caracterizado a España hasta entonces. El producto de esta labor fue la Constitución de 1812. Todos estos movimientos socio-políticos en la península fueron bien recibidos por los criollos y resistidos por la oligarquía centroamericana.

Antes ya había tenido su repercusión en el istmo centroamericano la independencia de los Estados Unidos de América a través de La carta de Filadelfia, del 4 de julio de 1776. En ella se estipula que los gobiernos tenían la obligación de garantizar la libertad, la vida y la felicidad de los habitantes; si los gobiernos no cumplían esta obligación, las personas podían cambiarlas. Estas ideas resonaron en las mentes de los criollos, quienes experimentaban el menosprecio por parte de los peninsulares. Estos se reservaban los mejores empleos, los altos cargos públicos, militares y religiosos.

Las ideas del reformismo ilustrado español y de la ilustración racionalista europea, principalmente la francesa, que desembocó en la revolución que terminó con desigualdades y privilegios, también repercutió en Centroamérica: a finales del siglo xviii las obras francesas de autores como Montesquieu, Rousseau, de otros enciclopedistas y de otros autores franceses e ingleses llegaron a las bibliotecas de algunos ilustrados españoles; así, ideas como el contrato social ejercieron una atracción notable en los criollos centroamericanos que se educaban en las escuelas reformadas que había abierto el arzobispo Cayetano Francos y Monroy, quien llegó a Guatemala como arzobispo en sustitución de Pedro Cortés y Larraz cuando este renunció a principios de la década de 1780.

Francos y Monroy estaba muy involucrado con las corrientes liberales de los filósofos ingleses y de Juan Jacobo Rousseau que proporcionaron nuevos lineamientos en la pedagogía y la formación intelectual de las nuevas generaciones. Francos y Monroy inició en la Nueva Guatemala de la Asunción una reforma educativa, pues a su llegada solamente estaba la escuela de Belén, la que era incapaz de atender a todos los escolares, pues la población ascendía a veinte mil habitantes. Las escuelas no funcionaban porque los jesuitas habían sido expulsados en 1767 y el resto de entidades civiles y religiosas estaban trabajando arduamente en construir sus nuevos edificios tras el traslado desde la ciudad de Santiago de los Caballeros de Guatemala en 1776. Francos y Monroy fundó dos escuelas de primeras letras, la de San José de Calasanz y la de San Casiano, fundó un nuevo colegio que llamó «San José de los Infantes» y contribuyó económicamente para finalizar la construcción del Colegio Tridentino de la Nueva Guatemala de la Asunción, entre otros establecimientos.

La nueva orientación pedagógica de Francos y Monroy tenías tres objetivos: ciencias, costumbres y religión. De esta forma, se dio conocimiento a los niños adecuado a su edad y se les proporcionaron principios que poco a poco fueron desarrollando ciudadanos con mentalidad distinta a la acostumbrada y quienes en años posteriores serían protagonistas de los movimientos independentistas. Las familias criollas enviaban a sus hijos a estudiar a la capital en Guatemala, razón por la que las nuevas ideas de Francos y Monroy se diseminaron entre los futuros próceres de la Independencia.

Primer gritoEditar

Artículo principal: Movimiento Independentista de 1811
José Matias Delgado este prócer se convierte en figura clave del levantamiento del 5 de noviembre de 1811 contra la corna española. Participó decididamente en los eventos que dieron lugar a la proclamación de independencia, tras la que fue nombrado intendente de San Salvador. En julio de 1823 preside el Congreso Nacional. Fallece en el año de 1832 y un año más tarde es designado, por decreto, Benemérito del Estado de El Salvador.

El 5 de noviembre de 1811 estalló en la provincia de San Salvador (la cual cubría la mayor parte de lo que ahora es El Salvador) una conspiración encabezada por los curas José Matias Delgado y Nicolás Aguilar, dos hermanos de este último y los señores Juan Manuel Rodríguez y Manuel José Arce. Su plan consistía en apoderarse de unas armas que existían en la casamata de San Salvador y de doscientos mil pesos depositados en las arcas reales, con lo que creyeron era suficiente para lanzar el grito de la libertad.

Según el plan, los fusiles serían puestos en manos de rebeldes de esta ciudad especialmente en los del barrio de El Calvario. Una vez consumado esto, desconocerían la autoridad del intendente de la provincia, Antonio Gutiérrez de Ulloa, fundarían una Junta Popular de gobierno y procurarían hacer extensivo el movimiento a los demás puntos de la Provincia. Los revolucionarios contaban con la participación de las poblaciones de Metapan, Zacatecoluca, Usulutan, y Chalatenango.

Parte del plan fue llevado a cabo por Los revolucionarios, porque lograron deponer al intendente, pero no lograron convencer a los ayuntamientos de los pueblos de San Miguel, Santa Ana, Sonsonate, y San Vicente; estos resistieron la idea independentista. Los cabecillas de aquel movimiento comenzaron a desalentarse y la insurrección de grupos que corrían en las calles sin objeto alguno, aunque sin causar el menor desorden a particulares.

Al saberse de este movimiento en Guatemala, se comenzó a reclutar tropas para aumentar el orden a la Provincia insurrecta pero habiendo aceptado el Capitán General la mediación del ayuntamiento de Guatemala, llegaron a San Salvador los regidores Juan José de Aycinena y Piñol y José María Peinado facultados para recibir el gobierno de la Provincia. A estos sujetos se agregó el arzobispo de Guatemala fray Mariano Vidaurre y otros misioneros destinados a predicar contra los insurgentes.

El 3 de diciembre llegaron a San Salvador Aycinena y Peynado -; el pueblo que una vez favoreció a los insurrectos recibió con júbilo la llegada de los pacificadores y el orden fue restablecido. El padre Delgado fue llamado a Guatemala, los misioneros predicaron con buen resultado y se les concedió una amnistía a los implicados en el movimiento revolucionario. quedando Peinado en el ejercicio del mando político y militar de la Provincia de San Salvador.

Conjuración de BelénEditar

Artículo principal: Conjuración de Belén
El Capitán General de Guatemala, José de Bustamante y Guerra.

En 1810 José de Bustamante y Guerra fue nombrado Capitán General de Guatemala, en una época de gran actividad independentista; desarrolla una política reformista de corte ilustrado, pero ante la revolución de Miguel Hidalgo y Costilla y José María Morelos en México preparó tropas en Guatemala y creó el «cuerpo de voluntarios de Fernando VII» y desde su puesto se enfrentó a los constitucionalistas locales, reprimiendo duramente a los insurgentes y se opuso firmemente a la constitución liberal de 1812..

Desde el 28 de octubre de 1813, y después de la elección del rector de la Real y Pontificia Universidad de San Carlos Borromeo, se habían celebrado en la celda prioral del Convento de Belén varias juntas organizadas por fray Juan Nepomuceno de la Concepción. Los que allí se reunían juraban mantener en secreto lo tratado, sin embargo, es probable que leyeran una proclama de José María Morelos y discutieran la posibilidad de destituir al Capitán General Bustamante y Guerra. En noviembre hubo otra reunión en casa de Cayetano y Mariano Bedoya, hermanos menores de doña Dolores Bedoya de Molina, y cuñados de Pedro Molina Mazariegos.

Arzobispo de Guatemala Ramón Casaus y Torres, colaboró con el Capitán General José de Bustamante y Guerra y se opuso a los movimientos liberales independentistas.

la representación de la firma del acta del 15.sept.1821 en el Parque Xetulul, en Guatemala. Resalta el presbítero salvadoreño Dr. José Matías Delgado y de León, último comisario del Santo Oficio en la Intendencia de San Salvador.

El 21 de diciembre de 1813, Bustamante y Guerra, se enteró de que en el Convento de Belén se reunían sediciosos para intentar una sublevación, dictó un auto para que el capitán Antonio Villar y su ayudante, Francisco Cáscara, apresaran a los religiosos de ese monasterio. En la acometida resultarían presos el doctor Tomás Ruiz Romero, y su hermano José; los hermanos Bedoya, Cayetano y Manuel; el teniente Joaquín Yúdice; el sargento primero León Díaz; Andrés Dardón; y los frailes Manuel de San José y Juan Nepomuceno de la Concepción. Esta resolución fue comunicada por el alcalde del ayuntamiento el día 24. De ahí adelante, hasta el siguiente mes, otros resultarían apresados:

  • Víctor Carrillo y Benito Miquelena, frailes mercedarios
  • Felipe Castro y Rafael Aranzamendi, sargentos primeros del Batallón de Milicias
  • Manuel Ibarra y Juan José Alvarado, empleados
  • Mariano Cárdenas, agricultor latifundista
  • José Ruiz, pasante de derecho
  • Manuel Tot, líder indígena de Verapaz; y
  • Venancio López, abogado y síndico del Ayuntamiento criollo.

También se libró orden de captura contra el regidor José Francisco Barrundia, quien logró escapar.

El Capitán General se percató de la conjura por medio del teniente Yúdice, a quien se habrían sumado José de la Llana y Mariano Sánchez. Asimismo, Bustamante comisionó a su sobrino el carmelita fray Manuel de la Madre de Dios en la casa de correos, para que abriese toda correspondencia que cayera en sus manos.

José Cecilio del Valle, redactor del acta de independencia.

Bustamente y Guerra después denunció a su sucesor nombrado Juan Antonio de Tornos, Intendente de Honduras, por supuestas tendencias liberales y así logró su confirmación en su puesto por Fernando VII en 1814.

El comunicado de las penas se dio el 18 de septiembre de 1814, el fiscal asignado Don Antonio Villar, emitió su veredicto, en el que daba por probados los hechos, y sentenciaba con las siguientes penas a los implicados. José Francisco Barrundia -alférez de Dragones y regidor del ayuntamiento-, Joaquín Yúdice, el padre Tomás Ruiz y fray Víctor Castrillo fueron sentenciados a pena de muerte por medio de garrote, mientras que todos los demás fueron sentenciados a la pena de horca. Solamente fray Benito Miquelena, Francisco Montiel y José Ruiz se salvaron de ser sentenciados a muerte, pero fueron condenados a diez años de cárcel en África, y destierro perpetuo de los dominios de América.

De los arriba mencionados Barrundia e Ibarra huyeron; los demás fueron reducidos a estrecha prisión y encausados. Cinco años después fueron puestos en libertad por orden del Rey Fernando VII. En cuanto a Bustamante y Guerra, este fue destituido en agosto de 1817 y volvió a España en 1819. Ese mismo año entró nuevamente a formar parte de la Junta de Indias.

1814Editar

El 24 de enero de 1814, se llevó a cabo en San Salvador un nuevo movimiento independentista, amplia participación popular, pero al igual que los anteriores terminó siendo desastroso. Santiago José Celís, uno de los líderes fue asesinado, y los demás cabecillas fueron arrestados.

En mayo de 1814, Fernando VII regresó a España como rey, e inmediatamente restableció el absolutismo, derogando la Constitución de Cádiz. Los efectos de las medidas reales se hicieron sentir en Centroamérica, donde el Capitán General de Guatemala, José de Bustamante y Guerra, desató una persecución en contra de los independentistas y los defensores de las ideas liberales, que se prolongaría hasta la destitución de Bustamante en 1817.

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